miércoles, 5 de enero de 2011

Las Trabajadoras Sociales vuelven al Trabajo Social

Trabajo Social

Aunque éste sea un blog dedicado, fundamentalmente, al colectivo profesional de las Educadoras y Educadores Sociales, es obvio que, de vez en cuando, toquemos otras disciplinas relacionadas con nuestro trabajo. Lo hemos hecho en diferentes ocasiones comentando aspectos relacionados con la Psicología o la Soociología y también con las que hoy van a ser protagonistas de esta entrada: las Trabajadoras Sociales.
Y es que, sobre todo para aquellos que trabajamos o hemos trabajado en el ámbito de los servicios sociales, es innegable la estrecha relación que tenemos con estas profesionales, yendo su curro y el nuestro íntimamente ligado.
Tenemos funciones distintas, lógicamente. Cuando alguien que no se mueve en nuestro ámbito me pregunta por la diferencia entre una Educadora y una Trabajadora Social, suelo utilizar un símil militar (al menos en lo referido, insisto, al campo de los servicios sociales y más concretamente a los de base o municipales): digamos que vengo a explicar que, aunque ambos profesionales poseemos el mismo grado de titulación o de capacitación formativa, las trabajadoras sociales suelen ostentar una posición más de sargento o teniente o así, mientras que el Educador o Educadora suele ser el soldado raso que está en primera línea del frente.
Esta relación suele deberse, en mi opinión a varios factores; uno, por ejemplo, es el referido al tipo de contratación por el que nos regimos. Así, al menos en el País Vasco, las Trabajadoras Sociales suelen estar contratadas directamente por los ayuntamientos en régimen de funcionarias; los Educadores, por nuestra parte y siempre generalizando, solemos estar contratados a través de una empresa que, a su vez, está contratada por la institución municipal. Este hecho, se quiera o no, influye cara a marcar un poco los posicionamientos de cada profesional.
Asmimismo, al menos en lo que a mi experiencia se refiere, la figura de la Trabajadora Social se ha volcado más en la gestión de trámites de carácter burocrático, de papeleos de ayudas y demás, delegando y supervisando el trabajo socioeducativo que los Educadores realizamos con las familias y menores.
Afortunadamente, poco a poco y a medida que se han ido (y se van) instaurando protocolos de actuación en los servicios sociales, se van conformando equipos de trabajo multidisciplinares en los que Educadora y Trabajadora Social trabajan en permanente coordinación con los casos que tienen en común. Eso sí, esta última sigue apareciendo frente al usuario como la del ayuntamiento que maneja el tema de la pasta, la que da, la que quita… Imagen que, además, hace que las personas objeto de nuestro curro no vivan a las Trabajadoras Sociales como una figura cercana o de confianza, papel en el que claramente sí nos sitúan a los soldados de infantería de primera línea de combate, osea, los y las Educadoras Sociales.
Sin embargo, ahora mismo, en Euskadi, está a punto de darse un nuevo hito en el marco de los servicios sociales que, a buen seguro, va a marcar (y espero que para bien) las relaciones y las formas de trabajo de los Educadores y de las Trabajadoras Sociales.
Y es que se pretende que todas las cuestiones referidas a ayudas económicas, trámites de rentas básicas, de ayudas de emergencia, de pensiones, de convenios de inserción, etc… se deriven a recursos socio-laborales (tipo INEM, para que nos entendamos todos) y, de esta forma, se “libere” a las asistentas sociales (arcaico término que sé que no hace mucha gracia a nuestras compañeras) de estos engorrosos temas y se dediquen, por tanto, a ese trabajo social de atención más directa.
Me consta, por lo que pude hablar en su momento con muchas Trabajadoras Sociales, que esta medida está siendo bien recibida; comentaban que es regresar, precisamente, al curro para el que se habían formado en la Universidad, abandonando la calculadora y las tablas de ayudas como herramientas, y pasando a la escucha activa y a la atención directa como nuevas armas.
Yo también lo valoro muy positivamente. Me imagino que costará esa implantación y, quizá lo que es más importante, que costará a las personas acostumbradas a acercarse a los servicios sociales para la tramitación de sus ayudas, pero merecerá la pena ese proceso, porque permitirá que estas profesionales, las Trabajadoras Sociales, se unan a la primera línea junto con el resto de soldados y éso, al final, redundará positivamente en las personas con las que trabajamos cotidianamente.

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